lunes, 28 de noviembre de 2011

Su trabajo, su casa / Parte III



El Sr. Pedro ya con algo de antigüedad en la estación, decide cuidarlo en su zona de trabajo, como si fuera su propia casa, claro lógicamente sus compañeros y allegados sabían que esa mascota no podría durar mucho tiempo, por cuestiones de seguridad, pero Nerón muy seguramente sabia que  sus actos lo podrían convertir en un animal que dejaría de ser “animal”, para convertirse en un compañero de servicio, un bombero en cuatro patas.
Al pasar el tiempo Nerón comienza a convivir con los hombres de traje amarillo y casco. Entre mangueras y camiones llenos de botones y agua jugaba como cualquier cachorro, comienza a visualizar su terreno, su guarida, su rinconcito para dormir la siesta y su cama. Su crecimiento podría indicarse que no era normal, todo era muy estricto, no podía pasar las líneas amarillas, mucho menos podía así lo quisiera lanzarse por el tubo como en las películas, cuando llaman a los bomberos, todos están listos en dos minutos como máximo, camiones preparados, botas y cascos asegurados y en un acto de energía con adrenalina, un tubo es la mejor salida para llenarse de vigor y enfrentar las llamas que sean.
“Pero como si fuera una persona más, estoy seguro que Nerón entendía qué estábamos haciendo en ese lugar” asegura el Sr. Pedro cuando lo acaricia y le da palmadas en su lomo. Mirando la vida maravillosa que tenia este perro, cualquier productor de cine, muy seguramente haría una película contando sus vivencias, pero como toda historia feliz, debe tener un suceso de peligro.
Le pregunté al Sr. Pedro que si Nerón en algún momento fue héroe de un incendio, o que si en un acto de valentía salvo la vida de una persona y con una mirada un poco perdida, su cara de incredibilidad, toma un suspiro y menciona “Uy. Esa noche, todavía la recuerdo como si fuera ayer”
Nerón, cuando llevaba  tres años y tres meses, se sentía como león en su selva, como multimillonario en su mansión de Miami, mirando al mar en su playa privada, como un rolo bronceándose al lado de la piscina en Melgar, mientras ve a sus familiares jugando.
 Los vecinos de la estación ya lo conocían, es más, la vecina de nosotros  tenía una tiendita, y siempre a la hora del almuerzo, le servía su comida y como si fuera poco con su propia basilla, se la lavaban, replicó el Sr. Pedro, sonriente y nervioso “el perro era muy querido en toda la zona” pero en ese tiempo nos tocó trabajar por un incendio en un inquilinato, igual que siempre, seguíamos los pasos para estar listos y ejercer nuestro trabajo.
Como si se tratara de una película de acción, don Pedro me describe sus percepciones (angustia, concentración y tener calma mental). Me menciona que siempre se encomendaba a Dios y que hacia todo correctamente para que nada le fuera a salir mal. 

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